La temporada 2025 está siendo, sin lugar a dudas, la más completa de la carrera de José Antonio «Morante de la Puebla». Tras atravesar meses complicados, marcados por problemas de salud mental que pusieron en duda su continuidad en los ruedos, el torero sevillano ha resurgido con una fuerza y un compromiso que han vuelto a enamorar a la afición. Su toreo ha sido el reflejo de una recuperación personal y profesional que ha conmovido tanto al mundo taurino como al no taurino.
Los triunfos hablan por sí solos: paseó dos orejas de un astado de Domingo Hernández en Sevilla; descerrajó la Puerta Grande de Las Ventas en Madrid en la corrida de la Beneficencia; cortó sendos rabos en plazas como Jerez y Salamanca; y abrió la puerta grande de la Monumental de Pamplona el pasado 9 de julio. Cada tarde ha sido un espectáculo de entrega, personalidad y profundidad, elementos que están convirtiendo su 2025 en un año para el recuerdo.

Dentro de ese brillante recorrido, hay tardes que, por su contenido, cobran especial importancia, como la vivida el pasado domingo en Roquetas de Mar. Allí, Morante sufrió una fea voltereta en su primer toro, pero, lejos de venirse abajo, sacó la casta que lo define para cincelar varias tandas al natural de gran pureza y expresión. Sin embargo, al igual que le ocurrió también en el cuarto, la espada —tantas veces su talón de Aquiles— volvió a darle la espalda, impidiéndole firmar un triunfo en suelo almeriense. A esas tardes se unen otras —también sin espada—, como las vividas en Sevilla, Madrid, Toledo, Nimes o Cáceres, cosos donde cinceló obras que no desmerecen frente a las presenciadas en Granada, León, Aranjuez o, recientemente, en Nazaré, su último cisma dentro del toreo.
Morante de la Puebla no solo triunfa por lo que consigue en el ruedo, sino por lo que representa. Es un torero que ha devuelto a la tauromaquia su sabor más clásico, rescatando suertes perdidas u olvidadas del pasado siglo. Su tauromaquia es una mirada constante al pasado, un homenaje viviente a los grandes del toreo, pero con una personalidad arrolladora que lo hace único. Amén de fijarse en esas figuras de otros tiempos, José Antonio también se inspira en aquellos toreros que, sin alcanzar el estatus de figuras, dejaron una huella en el arte del toreo.
Apasionado del arte en todas sus formas, José Antonio Morante se ha consolidado como el gran referente del toreo contemporáneo, pese a ser hoy en día mucho más que eso. En un momento en que la Fiesta necesita figuras que inspiren, el de La Puebla del Río no solo inspira, sino que ha conseguido sumar a su causa a una importante legión de nuevos partidarios. Su 2025 quedará grabado como el año de su renacer: el año en que el arte superó a la sombra.
