Hablar de Juan Serrano Pineda y José Antonio Morante Camacho es hacerlo de dos espadas de acusada personalidad, dos matadores de toros que calaron en los aficionados ya desde sendas etapas como novillero. El primero de ellos perteneció a una de la cantera de novilleros más importante de los últimos lustros, esa donde compartió cartel con espadas tan conocidos en el mundo taurino como Jesulín de Ubrique, Chamaco, Julio Aparicio, El Litri, Mnauel Caballero, Enrique Ponce, Pareja Obregón, Rafi Camino, Rui Bento o Niño de la Taurina entre otros.
Una etapa dorada dentro del escalafón novilleril dada entre los últimos años década de los 80 y comienzo de los 90. Durante esos años fueron tomando la alternativa una serie de promesas que tuvieron muy pendiente a una afición que veía como la llegada de esta nueva hornada de jóvenes espadas podía ser el relevo de esa generación compuesta por grandes figuras del toreo que apadrinaron a esos diestros que ya empezaban a despuntar.
El pasado sábado en Baeza era la primera vez que se veían las caras desde las declaraciones del primero de éstos al quedarse fuera de su Feria durante la temporada pasada. Unas palabras vertidas a los compañeros de Diario de Córdoba que levantaron ampollas, pero que en ningún momento fueron contestadas por el diestro de La Puebla del Río. “Morante no quiere torear conmigo” sentenciaba el torero nacido en Sabadell pero afincado desde niño en Córdoba. Pero todo quedó atrás, por fortuna.
Los primeros años Finito de Córdoba, máxima figura novilleril y mandón tras la alternativa
Uno de ellos era Finito de Córdoba, espada nacido en Sabadell el 6 de junio de 1971, un joven diestro que caló en los aficionados prácticamente desde su primer paseíllo. Su debut de luces se dio en la localidad sevillana de Santiponce el 27 de junio de 1987 debutando con caballos en la plaza de toros de Marbella el 25 de marzo de 1989 junto a «Espartaco Chico» y Pepe Luis Martín. Tras más de dos años en el escalafón de novilleros tomaría la alternativa en el coso de Los Califas el 23 de mayo de 1991 actuando como padrino Paco Ojeda y como testigo Fernando Cepeda con toros de Torrestrella.
Tal era su popularidad que dicho festejo fue retransmitido en vivo y en directo por Tele 5, cadena privada que allá por esos años apoyaba fervientemente a fiesta de los toros. Confirmaría en Madrid ese mismo año en plena Feria de San Isidro actuando como padrino José Ortega Cano y como testigo Manuel Caballero. Una carrera de gran relevancia la llevada a cabo por un espada que para muchos debe ser considerado el VI Califa del toreo por detrás de Rafael Molina “Lagartijo” (1864-1893), Rafael Guerra “Guerrita”, Rafael González “Machaquito”, Manuel Rodríguez “Manolete” y Manuel Benítez “El Cordobés”.
Una carrera salpicada de éxitos a ambos lados del charco, siendo este un torero que nunca dejó de estar presente en las ferias de mayor relevancia del panorama taurino. A lo largo de su carrera ha tenido éxitos tales como la puerta grande de Las Ventas cosechada en 1993, varios indultos en su plaza de los Califas, puertas grandes en la Monumental de Barcelona, amén de grandes faenas en cosos tan relevantes como Sevilla o Valencia. Un espada que este 23 de mayo cumplirá nada más y nada menos que su 33º aniversario de alternativa.
Un matador de toros que durante su larga trayectoria se ha visto las caras innumerables veces con José Antonio Morante de la Puebla en plazas tan importantes como Madrid, Zaragoza, Barcelona, Pamplona, Málaga, Valencia, Sevilla, Córdoba, El Puerto de Santa María, Huelva, Granada, Santander, Alicante, Castellón, Nimes, Dax o Lima, siendo su última tardes juntos la del pasado 4 de mayo en Baeza.
Morante, tras la estela de los grandes toreros artista de la historia
Si Finito ha sido un espada de una acusa personalidad no menos lo ha sido el diestro de la Puebla del Río, diestro nacido el 2 de octubre de 1979 debutando este con picadores el 16 de abril de 1994 en la localidad sevillana de Guillena. Una tarde muy importante para él, esa donde trenzó el paseíllo junto a Francisco Barroso, Joselu de la Macarena y Antonio Ignacio Vargas en la lidia de astados de Carlos Núñez. Sus formas y su indudable torería calaron en una afición que lo siguió con tremenda atención en su carrera como novillero. Un diestro que tomaría la alternativa en Burgos y no en Sevilla como se tenía pensado en un primer momento. El sevillano tendría que esperar al 29 de junio de 1997 para doctorarse como matador de toros de manos de César Rincón y Fernando Cepeda.
Torero que poco a poco se fue ganando un sitio en las grandes ferias, un espada que durante su dilatada trayectoria ha logrado realizar faenas de gran calado en el aficionado, siendo este uno de los espadas más completos de la historia del toreo. Su única puerta grande en Las Ventas la consiguió en un festival, rozando en varias ocasiones ese triunfo de clamor ya vestido de luces. Un espada que tiene en su haber dos salidas por la Puerta del Príncipe, una ante toros de Guadalest en 1998 y otra más reciente al cortarle un rabo a un toro marcado a fuego con la G de Garcigrande.
Morante ha sido un diestro al que no le hizo falta el corte de las orejas ni triunfos de clamor para erigirse como máxima figura del toreo, un espada con u gran conocimiento de la lidia y las suertes de la misma. Enorme capotero y muletera, José Antonio ha sabido ir evolucionando en su torero hasta convertirse en un espada completo, un diestro que sigue ahondado en esa tauromaquia de primer cuarto de siglo que tanto dio al toreo. Ese torero que tiene mucho de mexicano, tierra donde el sevillano ha dejado varias de las obras más importantes de su carrera en faenas donde más que someter al toro sometió al tiempo.
Dos toreros coetáneos, dos espadas a los que les separa poco más de seis años de alternativa, esos a los que les obsesiona el poder torear despacio, el cuajar animales buscando reducir la embestida del animal hasta casi parar el tiempo. Siempre se ha dicho que el toreo clásico no pasa de moda, algo que se puede ver en la figura de dos espadas que no está sujeto a ningún dogma preestablecido, sino que se dejan guiar por sus sentimientos. Espadas que se volvieron a ver las caras en un patio de cuadrillas casi dos años después tras una polémica que afortunadamente ya es cosa del pasado dejando ambos una tarde donde el aficionado pudo paladear ese torero que ambos sienten como suyo.