Entre los numerosos y variados efectos colaterales que la pandemia del nunca acabar ha traído a nuestras vidas- ojalá que, la mayoría de ellos, no «para quedarse»- de los que tienen que ver con el mundo de los toros intento reflexionar. Empieza, ya mismo, hoy mismo en Valdemorillo, una temporada que, en cuanto a su organización y desarrollo nada tendrá que ver- esperemos- con la anterior y menos aún con la de 2020.
Si hablar de temporada en 2020 no es más que un eufemismo, pues se acota a pocas fechas, pocas plazas, pocos toreros y público testimonial, la de 2021, a partir del mes de mayo, quiso parecerse a la normalidad. Sin posibilidad de celebrarse las primeras ferias, que, por calendario y relevancia marcan el pulso de la temporada (Castellón, Valencia, Sevilla, Madrid) y, tampoco, ya entrados en el verano, Pamplona, San Sebastián o Bilbao entre otras, se sucedieron ferias y festejos adaptados a las cambiantes circunstancias e incluso hubo la traca final en Las Ventas y La Maestranza, que dejó un regusto de buen toreo e ilusiones renovadas para hacer más llevaderas las desazones del invierno. Invierno y desazones que aún siguen pero con la esperanza de la plenitud primaveral ya en el horizonte cercano.
Un horizonte en el que ya aparecen carteles, ferias, de tronío y ante los que la afición hace juicios y cábalas y proclama entusiasmos y decepciones. No es esta una opinión personal “sin base científica” de quien esto firma, basta asomarse al maravilloso mundo de las redes sociales para comprobarlo.
Cada nuevo cartel, cada nueva feria que se anuncia y, no digamos, cada nuevo rumor, antesala o no de la noticia, se esparce al instante y merece juicios sumarísimos, unos de albricias, otros a degüello.
Ni una cosa ni la otra. Pero lo cierto es que basta un repaso a lo que se sabe y se cuece en los despachos para observar que algunas de las cosas que en el mundo taurino eran excepciones ahora van camino de convertirse en norma. Y- opinión personal, ustedes perdonen- no siempre para bien.
Mano a mano, seis toros para un solo matador, repeticiones varias tardes en una misma feria, ganaderías que las copan…Es decir, contra la carencia de muchos, opulencia de unos pocos.
Cada festejo mano a mano que se anuncia supone que un matador y su correspondiente cuadrilla pierde la opción de entrar en terna; cada “encerrona” (qué palabra tan fea) son otros dos matadores y sus correspondientes cuadrillas los que se quedan al pairo; cada repetición, no dos, sino hasta tres o cuatro o más aún, según la duración del serial, puestos que otros matadores se quedan sin opciones de ocupar… En cuanto a lo de las ganaderías, ya viene de lejos y ahí sigue.
La repetición de determinados toreros varias tarde en ciertas ferias tiene dos lecturas, positiva y negativa y cada cual es muy libre de optar por una u otra. En la- digamos- positiva ¿a quién no le gusta ver a una figura o a su toreros favorito cuantas más veces mejor?. Es más, el que las figuras repitan en las ferias importantes es una reclamación de muchos aficionados- y medios taurinos- poco atendidas. Hasta ahora.
Ocurre que- versión negativa- no sólo esas repeticiones dejan sin hueco a otros toreros, sino que pueden llevar al hartazgo incluso a los más acérrimos partidarios del diestro protagonista. Ya no solo en la ciudad y feria donde se anuncie, también si esta se televisa. Cuando antaño las figuras repetían en las principales ferias, disfrutaban de ellas los lugareños y alguno llegado para la ocasión, mas no con la facilidad de transporte actual ni, por supuesto, con la televisión por medio. Y el aficionado tenía noticia de ello- incluso días después- por la prensa generalista o, aún más tarde, por las revistas especializadas. Por eso, cuando Gallito, Belmonte, Manolete, Pepe Luis, Luis Miguel… llegaban a tal o cual ciudad, toreaban en Madrid, Sevilla, Barcelona, Valencia, Bilbao, Zaragoza, Salamanca….o en los pueblos- que también- se acogía como un acontecimiento y si era dos o tres tardes en una feria, miel sobre hojuelas.
Misterio, expectación, acontecimiento que, ahora, quedan diluidos y- ojo- pueden devenir indiferencia.
Si de los mano a mano o corridas de seis toros para un solo matador hablamos, otro tanto. Y también con una doble vertiente, en lo económico y en lo taurino.
En tiempos de crisis- y estos lo son como pocos y de tanta envergadura en las últimas décadas- la imaginación, el coraje, la determinación y la generosidad deben ir de la mano. El mundo de los toros, si se quiere- y así debe ser- implicado en el devenir social, tiene ante si retos de enorme complejidad. Y de todos es tarea desvelarla.
El presente y, sobre todo, el futuro, está en juego.
P.S. Llego al final del texto con la noticia luctuosa de Alberto Bailleres, una de esas personas que- como todos en el desempeño de la vida- con aciertos y errores, ha contribuido al engrandecimiento de la fiesta de los toros.