«Podía haber echado el sobrero», me repetían de manera cansina ayer los que se venían de Jaén decepcionados en general por el espectáculo ofrecido por José Tomás. No sólo en el ruedo -donde seguramente se equivocan tanto los que lo sobrealaban como los que lo sobredetestan-, sino en todo lo que rodea a una función en la que se anuncia José Tomás y lo que este tiene de cuidar cada detalle. Escuchados a unos y a otros, vistos los vídeos que se publicaron en las redes sociales -ya que su gente prohibió a la empresa que se difundieran en los portales– y analizado el resultado del acontecimiento, creo que hay un nombre propio, que ayer faltó por primera vez en una tarde del de Galapagar, cuya ausencia marcó el devenir de las cosas: Joaquín Ramos San Martín.
Dicho está que el cuidado de los detalles hasta el paroxismo es una de las características más importantes de las tardes en las que se anuncia el mito, que tal vez por eso sea más mito aún. Y ayer, cuando todo estaba preparado para pegarse un baño de triunfo por su rito en la arena, le falló lo que nunca suele fallarle: el toro. Sólo uno de los cuatro, curiosamente el del depauperado Juan Pedro Domecq, cumplió como debía en la tarde. O se acercó, al menos. Pero no lo hicieron los de Victoriano, que no sirvieron; ni el de Cuvillo, que resultó ser un cabrón con balcones a la calle y ni agradecido estuvo al esfuerzo de José por conquistarle un palmo de su lugar. Y sobre todo ello planeó -con toda seguridad- la figura de Quinito, que tenía en la cabeza toda la genética del campo bravo y tentáculos en cada festejo que se lidiaba para saber cómo iba evolucionando la progenie de un toro. Tal vez Nimes fue la demostración perfecta de lo que hablamos: seis toros, seis hierros. Y no falló ninguno. NINGUNO.
Ya sé que muchos se estarán preguntando qué tiene eso que ver con la decisión de que sean sólo cuatro toros, o con la de restringir el acceso del público en general a los vídeos del festejo. La respuesta es que tiene mucho, muchísimo que ver. Porque si el toro hubiera salido como salía con Quinito, no hubiera hecho falta sobrero y puede que hubieran sido seis toros desde el principio. Porque otro error cometido fue el de limitar a cuatro los toros a lidiar; cuando estaba calentándose el asunto -el tendido había pasado ya de la actitud hostil a la entrega- JT decidió que ya valía de bromas por hoy. Según David Jaramillo, hasta las cuadrillas se sorprendieron de que no accediera al regalo del sobrero. Aunque sólo fuera para terminar la tarde todos con mejor sabor. Y eso también puede deberse -así lo creo- a que lo que estaba en chiqueros tampoco lo había seleccionado Joaquín. Y pudo pesar.
Tanto, que José ya no se fió de lo que pudiera salir, y prefirió dejar la impresión del común de los mortales en que también es humano, y que también caga y mea, como los demás, en lugar de arriesgarse a que el resultado fuera peor. Viendo los vídeos -dicho está- yo no lo veo tan mal como algunos se empeñan en ponerlo. Pero la imagen que quedará de él en Jaén es la de que no funcionó todo como suele. Y está anunciado aún el Alicante. Apuesto el cuello a que habrá cambios, y podría apostar más aún a que no nos enteraremos. Porque para ser un mito como José Tomás, es irremplazable la figura de un genio como Joaquín.
Fíjate, Quinito, si te echa de menos el toreo…