Paras todos aquellos que no hayan perdido la esperanza de ver a Alejandro Talavante hacer el paseíllo esta temporada en ‘su’ plaza de La Maestranza tenemos malas noticias: eso no ocurrirá. Y no porque al extremeño se le haya puesto entre ceja y ceja que no quiere torear en Sevilla, todo lo contrario. Tampoco es porque haya exigido condiciones insalvables que la empresa no puede aceptar. Ni siquiera porque el planteamiento del torero tuviera que amoldarse a la presencia de la televisión -a Madrid va cuatro tardes y allí le acompañarán las cámaras de Movistar-. También ese argumento está superado.
¿Entonces? Si la disposición del torero es acudir a su cita con el Baratillo, la empresa tiene interés en contratarlo y la afición espera con ilusión su presencia en el abono, ¿dónde está el problema para que acuda Alejandro a la Feria de Abril? Pues es sencillo de explicar: en la letra pequeña, que en este caso no lo era tanto, pero que ha condicionado el planteamiento de la temporada, una vez abandonada la primera intención de convertir en acontecimiento todas sus actuaciones. El problema, miren ustedes, está en los celos, los rencores y las envidias que ejercen las empresas y pagan los aficionados. No hay que darle más vueltas.
«Todo lo que hacemos en esta vida tiene su eco en la eternidad«, decía Máximo Décimo Meridio, el gladiador de la célebre película de Ridley Scott. Si adaptamos la frase -de un torero del siglo II d.C.- y la extrapolamos a esta campaña, tendremos que «todo lo que firmamos en esta temporada tiene su eco en lo que vayamos a firmar después«, que parece de Pero Grullo, pero es una verdad tan enorme como el Coliseo donde se supone que se anunciaba el personaje que interpretó Russel Crowe. Y lo que viene a decirle a Alejandro es que si se comprometió -por escrito, claro- a reaparecer en Madrid, y Plaza 1 le ofreció unas condiciones por no anunciarse en ningún cartel antes de su primera tarde en Las Ventas, de poco sirve que quiera estar en Sevilla; sencillamente, no puede.
Talavante, adiós a Sevilla en 2022
«Pero podría estar en los carteles de San Miguel», pensarán los avezados y despiertos lectores que vean claramente la sencilla solución al problema. Y tienen toda la razón que la lógica otorga y corrobora el sentido común. Lo que ocurre es que en el toro -ya lo hemos escrito muchas veces- el sentido común es el menos común de los sentidos. Por eso nos encontramos con que la empresa de Sevilla decide no acoplarse a esa circunstancia y poner en un compromiso al torero. Y lo que tendría una solución palmariamente clara se convierte en un problema cuando metemos por medios los celos y las rencillas.
Talavante no estará en Sevilla este año -o mucho tienen que cambiar las cosas- porque tiene que reaparecer en Madrid. Así lo anunciaba en sus redes sociales Rafael García Garrido, director General de Plaza 1, cuatro desvelaba que el extremeño apostará por cuatro tardes en la plaza más importante del mundo, en la feria más importante del mundo y en lo que es más importante: el último San Isidro de la primera gestión de Plaza 1, porque cuando suene el tararí por el mes de mayo ya se conocerá el nombre del ocupante del despacho de Alcalá 231. Y Garrido quiere que ese nombre siga siendo el suyo. Por eso habrá amarrado -y no sería descabellado pensar que esa exclusividad cueste un ‘kilo’ por las cuatro comparecencias- la reaparición española de Talavante en el ruedo de Las Ventas.
Pero eso no le ha gustado nada a Pagés, que cuando ha ido a contratar a uno de los toreros a los que más espera la afición esta campaña se ha encontrado con que no va a ser posible contar con él para Abril. Y en lugar de cerrar su presencia en septiembre o buscar la forma de encajarlo una vez haya cumplido su contrato, se le ocurre ponerle la contratación en abril como condición sine qua non para estar en San Miguel. Como esto supondría romper el suculento trato con García Garrido, Joselito, que es el apoderado de Alejandro y, por tanto, quien debe negociar estas cosas, no puede cumplir con la voluntad del torero de estar en La Maestranza en el año de su regreso.
Así se escriben las historias del siglo XXI, en el que la tauromaquia está más atacada que nunca. Porque los que mueven las fichas que deben mantenerla viva todavía no han comprendido que deben adaptarse a los gustos del mercado. Cualquier imposición o demostración de soberbia es un paso más hacia el abismo de la desaparición. Pero nadie lo quiere ver…