El pasado jueves, miles de aficionados a los toros tenían su corazón puesto en Canal Sur. En la televisión regional de Andalucía se emitían las dos primeras partes de las cinco que componen el nuevo documental de Curro Romero dirigido por Curro Sánchez Varela, hijo del recordado guitarrista Paco de Lucía. El espacio televisivo dedicado a todo un mito de la tauromaquia lograba casi un 9% de share en prime time.
Ahora, Canal Sur se prepara para emitir la tercera parte del documental, y en la programación de su web oficial ha anunciado que será este jueves a partir de las 22:40 de la noche, cinco minutos después que el estreno de la semana anterior.
En esos dos primeros capítulos, Curro Romero recordó momentos sobre su infancia como el instante en el que decidió ser torero mientras trabajaba en el cortijo de Queipo de Llanos: «En Gambogaz había tardes que venía el viento de Sevilla para el cortijo y se oían los oles de La Maestranza«, asegura. Y ahí tomó la decisión.
«Si no hubiese sido torero, yo me hubiera muerto haría muchos años»
Curro Romero desgranó en el documental todos los aspectos sobre el inicio de su vida y habló así de sus padres: «Hablar de mi madre y de mi padre es de las cosas más bonitas para mí. Mis recuerdos con mis padres son tan bonitos y tan grandes… y todos son agradables. Había una paz increíble: ni una voz más alta que otra, no se quejaron nunca, no los vimos pelearse nunca con malas palabras, y eso que trabajaban como animales. Nos criamos mis hermanas y yo de maravilla», puso en valor el mítico torero.
«Mi padre trabajaba en un sitio de pescado, y de día cogía aceituna, segaba… y jamás decía que estaba cansado. Siempre estaba contento. Estuvo bastantes años en el barranco de La Pañoleta, que los camiones descargaban las cajas y todos los pescaderos de la zona venían a comprar pescador. Mi padre era el guarda», relató Curro Romero durante esta primera parte del documental.
Curro Romero narra en el documental cómo entró a trabajar en Gamboaz
Curro Romero apenas tenía 13 años cuando entró a trabajar en el cortijo de Gamboaz: «Conforme pasaba el tiempo, quería ir a ayudarle a mis padres. Yo no podía hacer otro trabajo que guardar los cochinos, las vacas, las ovejas… se lo dije a ellos, pero no querían que fuera porque era chico; yo veía que iban otros amigos míos y finalmente me decidí a ir trabajar al cortijo de Queipo de Llano dos años. Era un trabajo muy duro, porque tenía que limpiar la cuadra de las vacas, los carrillos de porquería y cargar con ellos…”, relataba Curro Romero.
«Me encantaba ser pastor; llovía, y me iba a mi casa andando todos los días. Y cogía una manta lloviendo, me la ponía, y que se hartaran de comer las ovejas, porque decían que lloviendo le gustaba comer más a ellas. Y luego, cuando hacía buen tiempo, me echaba en la hierba y se iban a medio kilómetro y volvían solas«, recuerda sobre su etapa en el campo.
Más sobre su infancia en el documental de Curro Romero
Curro seguía relatando que «cuando me fui del cortijo de Gambogaz yo quería ser torero y cuando entré en la farmacia a trabajar ya me rompí. Además, vivía cerca de Salomón Vargas, que nos hacía un capote y toreábamos. Estuve seis o siete años toreando de salón, y en el campo toreé dos o tres veces nada más«, aseguraba.
Recuerda que en la ganadería de Conradi, en La Campana, el ganadero le dijo: «Muchacho, no te vayas para arriba, quédate en el burladero, que le vas a ayudar a hacer la faena a Curro Galisteo. Y lidié y toreé la becerra«, explicaba Curro Romero en la segunda parte del documental.
La primera novillada que toreó en La Pañoleta y en la que Curro cortó dos rabos
Curro Romero, el pasado jueves, también ahondó durante el documental en la primera novillada que toreó en la coqueta plaza de La Pañoleta y en la que cortó dos rabos: «Era una plaza que cabían unas 2.000 personas, y Marqueño consiguió torear allí, formando un lío. Lo querían repetir y Brageli no le daba 1.000 duros, por eso preguntó por un niño que torease de salón. Hicieron los carteles, y al domingo siguiente me puse de contento…», recordaba entre sonrisas Curro Romero.
«Mi padre me dijo que yo no sabía lo difícil que era esto, pero le dije que tenía que empezar y aprovechar la ocasión. Él no quería que hiciese el ridículo, y le dije que iba a intentarlo. Y en los dos novillos me dieron las orejas y los rabos, y me cogieron a hombros. No sé qué hubiese sido de mí si no hubiese sido torero«, concluía Curro Romero.