Lleva el toreo tan dentro del alma que le duele tener que reconocer sus verdades, pero entiende que debe hacerlo para que, gracias a ello, éste reconozca y corrija sus errores para garantizar su supervivencia. Javier López-Galiacho (Albacete, 1963), doctor en Derecho y profesor de Derecho Civil en la Universidad Rey Juan Carlos, es un aficionado de pro y abonado de las plazas de Madrid y Albacete. Habla de la destaurinización de la sociedad, del desapego de las figuras del toreo de la afición y de los problemas que rodean a la tauromaquia en una amplia entrevista con Cultoro.
P- En primer lugar, permítanos que le preguntemos cómo ve el profesor López-Galiacho el toreo en la actualidad.
R- La situación actual de la tauromaquia me recuerda a la de aquel boxeador a punto de caer a la lona, pero que se agarra con fuerza a las cuerdas, esperando que suene la campana para recuperar fuerzas. En los últimos 15 años, el toreo ha recibido más ganchos y crochet por izquierda y por derecha que aquel célebre boxeador Folledo, pero la Fiesta entonces aún tenía cintura y piernas para esquivar los golpes y no caer. Ahora no estoy tan seguro. El COVID, que vivimos desde el inicio justo de la temporada del 2020, es un golpe directo al mentón de la tauromaquia y el sector lo ha acusado gravemente. Está desorientado, y siguiendo el argot boxístico, yéndose a la silla del cuadrilátero para coger aire y ver cómo se puede recuperar para el siguiente asalto, pero es consciente que va perdiendo el combate por una diferencia ya muy sensible de puntos. Son muchos los flancos a cubrir.
En primer lugar, no digo que el público le haya dado la espalda a la Fiesta, pero España se ha destaurinizado. Además, tenemos un problema de excedente de producción del toro de lidia con la consiguiente inexistencia de una demanda que pueda absorberlo. Este es para mí es uno de los problemas más graves en este momento: ver qué vamos a hacer con tanto toro que sobra en el campo bravo. La tauromaquia no es como un teatro al qué echas el cierre y a los 25 años puedes volverlo a levantar el telón. Aquí cierras una ganadería y es como si hubieras roto violines «stradivarius» del siglo XVIII, por las esquinas. Esta crisis gravísima ha dejado palpable que tenemos un empresariado taurino, salvo excepciones, que no puede reaccionar y presentar nuevas fórmulas para colocar a la tauromaquia como espectáculo en la España del siglo XXI. Seguimos con modelos propios de la España del siglo XIX o principios del XX.
A la Fiesta le ha faltado un gran político que la apoye y un Steve Jobs, un Jeff Bezos, un George Soros o un Amancio Ortega que le dieran la vuelta a este espectáculo. Pero también necesitaríamos por el lado de los toreros alguien que revolucione la Lidia. Hasta el modelo del propio José Tomás puede haberse quedado ya viejo. Necesitaríamos la llegada de un mesías que aúne la temeridad y la verdad de José Tomás con la conexión emocional directa con el tendido que requiere la España del siglo XXI. El toreo solo se salvará si ir a los toros resulta un acontecimiento, una experiencia única. Y esto se ha perdido. Si a eso le añadimos el avance social y legal del animalismo y el mascotismo, el panorama es bastante desolador.
«Para muchos jóvenes, el torero es un completo desconocido»
¿Cómo solucionar el problema de la conexión del torero con la sociedad?
Mucha culpa la han tenido los propios toreros, sobre todo las figuras que se han escondido en las catacumbas de sus fincas y de sus negocios paralelos, más pendientes de la cuenta de resultados que de amor por esta tauromaquia. Han abandonado a sus Peñas, ya no pisan las ciudades ni sus calles, ni los medios de comunicación. Para muchos jóvenes, el torero es un completo desconocido. Aparte de ese prejuicio social y animalista imperante entre la juventud, es como si hoy a un chaval le presentáramos un gladiador o un vikingo. Por eso reivindicamos desde hace años una estrategia, entre otros objetivos, de reposicionamiento del toreo en la sociedad. España ha cambiado muchísimo y el toreo se ha quedado estancado.
¿Cómo hemos llegado a esta de esta destaurinización del país y de la sociedad?
Varias de las causas de este hecho sociológico probado, ya las he planteado en la pregunta anterior. Esto se veía venir, pero nadie quiso repensar la tauromaquia para adecuarla a la sociedad del siglo XXI. Un tiempo que acoge una sociedad digital, líquida, alejada de lo rural, del campo, sin contacto prácticamente con los animales que no sean las mascotas. El sector o no ha querido o no ha podido verlo y ha seguido tocando la música como si fuera la Orquesta del Titanic mientras que el barco se hundía. Hay una gran desunión.
En este mismo medio «Cultoro», ofrecí una serie de ideas para repensar la tauromaquia en el siglo XXI. Una, la principal, era conseguir la unidad y crear una mesa del toro, para igual que se hizo con el fútbol español saber a qué queríamos jugar. Por cierto, aquello con bastante éxito porque nos dio un Mundial y dos copas de Europa. Pero para eso se necesitaba tener al frente a un sabio como Luis Aragonés que supiera aunar. Aquí en el toro cada uno hace la guerra por su cuenta. Me recuerda mucho a ese mundo del circo que bien conozco donde precisamente por esa táctica o estrategia equivocada cada uno hizo la guerra desde su trinchera y eso ha hecho que el negocio del circo, el espectáculo circense, casi ya haya desaparecido de España. Quién iba a pensarlo. Aquellas taquillas impresionantes, llenando las carpas feria tras feria, dando incluso para sesiones de madrugada….
Creo, por otra parte, que hace falta una legión de militantes taurinos. Personas que no tengamos miedo de confesar que soy taurino, que poseo una serie de valores buenos para la sociedad que me ha enseñado el toreo. Tu lo sabes, Javier, yo no oculto nunca ese orgullo. En mis clases hay ejemplos taurinos. Cuando acabo siempre saludo como un torero. He escrito un libro «De frente, en corto y por derecho» donde explico cómo la tauromaquia es una escuela de valores. Me sumé este pasado año desinteresadamente al proyecto de la única revista en papel que es «Aplausos» junto a su director Benlloch. Para salvar la Fiesta hace falta toreros que la amen, empresarios y ganaderos que la quieran y aficionados que la defiendan.
Me da mucha envidia el mundo de la caza. Pagaron un libro blanco a una consultora mundial. Han sabido unir vino, turismo, arte… con la caza. Han comprado seis páginas en un diario nacional. Y el toreo, ¿dónde está?. Ni está, ni se le espera.
¿Qué echa en falta en la Fundación del Toro Lidia teniendo en cuenta los millonarios recursos económicos que mueve?
Tú y yo más de una vez hemos charlado sobre la Fundación y cómo la veo. Pero en vez de criticar, lo que he hecho es ponerme al servicio de esta Fundación, sobre todo porque al frente está su presidente Victorino (a su padre lo admiré siempre) y su vicepresidente Fernando Gomá, amigo y compañeros en lo jurídico. Me he incorporado al Consejo asesor de la propia Fundación y también especialmente al Instituto Juan Belmonte para intentar anclar la tauromaquia en la sociedad del siglo XXI. Te puedo dar una pequeña primicia. Acabamos de solicitar a mi Universidad Rey Juan Carlos, celebrar en el mes de julio un curso de verano, precisamente sobre cómo asentar la tauromaquia en el siglo XXI. Espero que no nos echen este toro para atrás porque va a ser muy interesante debatir los remedios para no perder en este siglo XXI, esa unión secular que tiene el toreo con la sociedad española, pero también con la mexicana, colombiana, portuguesa, francesa, peruana, venezolana y ecuatoriana.
«Las figuras del toreo han perdido el contacto con el pueblo»
Le hacíamos hace algunos años esta misma pregunta y se la volvemos a hacer: ¿Por qué Roca Rey, siendo el Cristiano Ronaldo del toreo, puede pasearse tranquilamente por la Gran Vía madrileña sin que apenas pocas personas se paren a saludarle?
Yo creo que la contestación no ha cambiado en estos años. Lo he apuntado antes. Gran culpa de ello la tiene la figura del toreo porque no ha sabido colocarse en el foco mediático. Han perdido el contacto con el pueblo. Tú antes veías a un torero pasear por la Gran Vía y decías ahí va un torero. Por cierto. me pasó en Madrid con don Manuel Escudero, aquel que bordaba el toreo con la capa. Le vi cruzar embutido en su traje bien plantado. Con su sombrero y con esos andares pintureros. Y no me cupo sino decirle casi gritando: «Ahí va un torero». La gente no salía del asombro. Los grandes toreros de hoy cada vez se parecen más a personajes de Armani, rodeados de directores de comunicación, poniendo barreras para poderte acercar a ellos, con sus cuentas de Twitter, de Instagram, etcétera. Y como te he comentado antes, llegando a las plazas de toros, en furgonetas tintadas y durmiendo en hoteles lujosos en los alrededores. Se ha perdido el mito andante del torero. Una vez recuerdo ver pasear por la playa de Las Canteras en Las Palmas de Gran Canaria a un señor con una gorra calada hasta las cejas y con barba, empujando un carrito de un bebé. Me di cuenta que era José Tomás. Le dije «maestro» y salió corriendo con el carro del niño. En el caso contrario, ahí tenemos a un héroe andante como es Juan José Padilla, siempre bien trajeado, con su parche en el ojo. Cuando pasea por las calles, sin ocultarse, la gente, sea taurina o no, le para y le admira. Fui testigo de ello en la calle Marqués de Urquijo de Madrid.
¿Qué solución puede tener esto?
Pues es realmente difícil, porque como parte de un reposicionamiento de los propios toreros y figuras en la sociedad, primero tendrían que poner ellos la solución. A diferencia del cine y del teatro que la defienden los actores, el toreo lo defendemos sólo los aficionados.
¿Cómo trabajar desde la Universidad para defender o promocionar este espectáculo?
La Universidad, por propia definición, debe ser un centro de búsqueda de la verdad y ser eje de la universalidad de encuentros entre las diferentes opiniones y criterios. Creo que es un sitio ideal para la tauromaquia, porque debe ser un centro de debate sereno, de investigación para encontrar esos anclajes de la sociedad en el siglo XXI. Y luego porque no olvidemos sin juventud no hay fiesta y la Universidad es cantera de jóvenes para el futuro. Creamos en el Colegio Mayor San Pablo en los años 90, el círculo taurino universitario Mazzantini, junto al hoy excelente jurista Manuel Ollé, precisamente para difundir la Fiesta, la tauromaquia, entre los universitarios. Ya entonces tuvimos algún problema, pero hoy en día veo heroico a esos escasos círculos que quedan en colegios mayores o universidades, que defienden la Fiesta. Pero como te decía en una pregunta anterior, vamos a celebrar ese curso de verano en la Universidad Rey Juan Carlos para debatir cómo la tauromaquia puede sostenerse en este siglo XXI, que es animalista y digital. Luego, como sabes, desde nuestro Foro Mazzantini seguimos entregando el Premio Nacional universitario en tauromaquia Joaquín Vidal, de quien se cumplen ahora 20 años de su muerte y a cuál queremos honrarle en la próxima feria de San Isidro. Aquí tienes otra pequeña primicia y seguramente lo hagamos dentro de la programación cultural de la feria de San Isidro, ya lo sabe el equipo de Miguel Abellán.
«Necesitamos como mínimo 10 Morantes»
¿Qué le parece lo que está haciendo Morante?
A Morante le podremos discutir a lo largo de su carrera muchas cosas, pero lo que nunca olvidaremos es que en el momento más difícil que fue la temporada anterior, se echó la tauromaquia a los hombros, a sus espaldas, como si fuera ese quite que ha ido prodigando y recuperando que es el «galleo» o el quite del «Bú». Ahora bien, y ojo, la tauromaquia no se puede sustentar y apoyar solo en un solo torero. Necesitamos como mínimo 10 Morantes y lo que voy viendo es que van saliendo gente nueva, pero demasiado academicistas, demasiados formalistas, con poca conexión con los tendidos y con la sociedad. Necesitamos a espuertas a los Morantes, a los Panas y a los José Tomás para volver a sentar gente en los tendidos. Pero, ¿dónde están? Esta España de barriga llena no da ya casi toreros con hambre de triunfo.