Toca a su fin 2021, junto al pasado el año más extraño de la historia de la tauromaquia por la forma de desarrollarse casi todos sus acontecimientos. Un año a contraestilo en el que se echaron de menos dos cosas: unidad y voluntad de regeneración. No de reconstrucción, porque creo que cada vez están más distantes los sistemas que quieren reconstruir los profesionales y los aficionados. Aunque los primeros no quieran verlo. Tal vez lo mejor -después de que se diesen un buen número de festejos por el esfuerzo de los empresarios y la mayoría de matadores- es que esta campaña se acaba ya. Y que parece que el bicho puede estar dando sus últimos coletazos, por extensos que sean.
Pero no se vislumbra un 2022 muy distinto de lo que siempre han sabido hacer los que proponen. Habrá más aforo, cabe la posibilidad de que olvidemos la mascarilla y hasta que pueda parecernos que nada ha cambiado desde 2019. Pero lo peor será comprobar que, efectivamente: nada habrá cambiado. Y tendremos que volver la mirada implorante hacia José Tomás. Otra vez…
Pero en esta ocasión puede ser distinto. José, reconstruyendo su vida tras la separación, ha permanecido en la sombra mientras caía el chaparrón sobre el toro. También en su casa se desataban los truenos, pero él es bastante más listo -e inteligente también- que todos los que gobiernan la tierra del toro. Por eso ha llegado a 2022 siendo de nuevo el gran referente para mirar, pese a que su presencia apoye la candidatura de Talavante para tomar su relevo. Pero, ¿y si fuera verdad? ¿Y si no estuviera tan lejos el regreso del mito?
José Tomás, el único garante de la reventa (por el momento)
Puede ser cualquier plaza, es verdad, pero es más necesario en las de primera, y ahora hay dos que necesitan de su empuje. Una es Córdoba, claro, donde la labor de José María Garzón -al que le ha tocado lidiar en Los Califas los dos años de pandemia con mucha dignidad- podría despegar con el refrendo de Tomás. Y a nadie se le escapa que el sevillano ha sido el último empresario que ha logrado contratar al de Galapagar.
Hace unos días, además, exponíamos el análisis en el que vislumbrábamos las plazas en las que podría estar Alejandro Talavante con las condiciones adoptadas para su contratación, y Córdoba estaba en la quiniela; dos días después -según aseguran las lenguas de doble filo- torero y empresario estuvieron cenando de manera muy amistosa. Y, ya puestos a soñar, ¿por qué no un mano a mano en Los Califas con José y Alejandro?
La otra plaza de primera necesitada de empuje es Málaga. Y también ahí se postula Garzón como uno de los que estará, previsiblemente, en el concurso. Falta otorgar y adjudicar porque todavía no ha salido ni el pliego, pero fue José Tomás el último que llenó hasta las manillas una Malagueta que incluso puso gradas portátiles para albergar su mano a pata con Pablo Hermoso de Mendoza.
En cualquier caso, la presencia de José Tomás en los carteles aportaría un poso a la temporada que supondría una inyección de ilusión cuando más lo necesita el toreo. Pero también es verdad que el sistema tiene que saber cómo conseguir que a los que les toca ahora tirar del carro -los Aguado, Ortega, De Justo, Luque, Marín, e incluso Urdiales, aunque su película sea otra- llamen al aficionado para que pague su entrada. Y eso no se consigue maltratándoles para que no cobren más de la cuenta. Que si algo tiene José Tomás es que sabe lo que pide, por qué lo pide y cuánto genera de ahí para arriba…