AL NATURAL

El San Isidro de la explosión: de los ‘platos rotos’ de Talavante a la sublevación de Ureña


jueves 10 marzo, 2022

Es una feria de San Isidro histórica, es verdad, pero tiene sus 'víctimas' derivadas del Efecto Mariposa de la contundente presencia de Alejandro

Talavante San Isidro
Talavante entra en Las Ventas. © Luis Sánchez Olmedo

No va más. Se va acabando la última semana de las contrataciones para San Isidro, la feria más importante del mundo en la plaza más importante del mundo. Y en el año de su regreso, después de permanecer dos temporadas a la espera. Con los carteles prácticamente rematados, las combinaciones que hemos ido conociendo desde aquel día de finales de enero en que Rafa García Garrido, director general de Plaza 1, anunciaba que Alejandro Talavante era el primer torero contratado en firme para ir confeccionando el programa de mayo.

El extremeño despejaba así las dudas que existían sobre su regreso, desvelaba las cuatro tardes de máxima contundencia que jalonarían su particular feria y se adelantaba a las demás figuras en los gestos o gestas que estaban preparando -cada uno a según sus entendederas- para el Mundial del Toreo. Alejandro pegaba primero y ese golpe provocaba un Efecto Mariposa que partía varios platos en las contrataciones posteriores. La lepidóptera del pacense aleteaba cuatro veces y el huracán al otro lado del escalafón se llevaba varias planificaciones por delante.

Empezando por la de la empresa, que condicionaba su programación al deseo de un torero que, a cambio, respetaba su palabra de reaparecer en Las Ventas, renunciando a su presencia en La Maestranza allá por el mes de abril. Pero también la de otros toreros, porque Juan Ortega se encontraba con un mano a mano ya hecho y con el encierro más deseado fuera de una Beneficencia que ya estaba hecha con una de las de Victoriano y con la otra piedra angular con preferencia en el ciclo: Morante de la Puebla.

Entre los dos suman siete tardes de las 29 de San Isidro, y lo más importante, 42 años de alternativa. Y es su generación la que sustenta el cimiento de una feria que inicia una reapertura en la que, sin embargo, los mandones están ya talluditos y, por tanto, deseosos de encontrar confirmaciones apañadas y alguna alternativa que les evite abrir los carteles. Ahí el que tenía en la mano la mejor baza era El Juli, porque comparte apoderado con el valor más prometedor de los no ungidos en Madrid, Tomás Rufo. Y eso significa también que comparten negociación. Es inevitable. Así que tenemos a Talavante colocado, y también a Morante y a Juli y los que van a echar por delante. O por detrás, porque ambos deciden firmar una machada matando La Quinta en el serial.

Con el estatus mantenido y respetado por la empresa están también Roca Rey, que no tiene demasiado problema para encontrar un acomodo de su gusto, dada su juventud; y José María Manzanares, que a sus 40 tacos y 19 de alternativa continúa sin intención de abrir cartel en sus tardes de Madrid. Dos serán este año, y las dos para confirmar alternativas, aunque una de ellas se salga de su ‘zona de confor’ al matar una de Atanasio y no de Domecq. Las tres tardes de Emilio de Justo y Ginés Marín premian sus puertas grandes; las tres de Daniel Luque vienen a demostrar lo que vale la que quedó en una oreja en Otoño cuando se pone en valor, y la ubicación -y el dinero- de Urdiales le hacen justicia a su predicamento entre la afición de Las Ventas. Y ahí viene otro aleteo de la mariposa: se nos ha olvidao el triunfador de la última feria. Se nos ha quedao sin vestir el santo de las cinco orejas que conquistó la plaza en 2019.

El golpe sobre la mesa en San Isidro de Paco Ureña y los casos de Ventura y Perera

Urena Pirri
Paco Ureña, antes de entrar a Las Ventas. © Plaza 1

Y es entonces cuando Paco Ureña, que se ha quedado sin su plaza -Valencia- porque le ofrecían las lentejas de Victorino, y de Castellón por el mismo motivo, y al que la gerencia de Sevilla no tuvo ni el detalle de llamar, le pega un golpe a la mesa y echa el órdago a la encerrona. El murciano se llama a sí mismo a la rebelión porque ya está fuera de su plaza; no puede quedarse también sin su feria de San Isidro. Y se subleva contra ese sistema que quiere hacerle pagar la independencia preparando una bomba en mitad de la feria cuajada a matar o morir. A fin de cuentas, en eso consiste ser torero, ¿no?

La respuesta a esa pregunta la tiene clara Miguel Ángel Perera: ser torero es mucho más que dejarse llevar por los intercambios de cromos. La de Ureña de este año en San Isidro él la lleva sufriendo desde que rompió en figura y siguió peleando con Cepeda sin atender a la rueda. Por eso no le llega de nuevas eso de que se acuerden de él cuando ya han elegido otros. Y como no queda en el mostrador nada de lo que él venía a comprar, se vuelve para su casa y a esperar un año mejor. Ni más ni menos. Que será difícil de entender para quien necesita festejos, pero es sencillo de pensar para quien exige dignidad. Si no puedo anunciarme con lo que quiero, es mejor no anunciarme. Sin más. Sin victimismo. Sin ruido. Pero con el respeto por sí mismo que siempre debe tener quien se viste de torero. Son formas de entender la vida.

Como la entiende Diego Ventura, que también sabe que si se baja de su carro jamás volverá a subir. Y tiene paciencia para esperar el momento, porque las faltas de respeto se deben acabar. Porque él no paga platos rotos de reaparecido alguno, pero dos corridas de rejones dan para poco donde programar.