EL EXILIO INTERIOR

José Tomás: volver sin irse


lunes 7 marzo, 2022

Morante tiene firmadas cien tardes, José Tomás una. Pero no se trata de comparar, porque si pudiera iría a las cien tardes de Morante como voy a intentar ir a la de José Tomás.

Jose Tomas
José Tomás, en su tarde de Nimes hace una década. © Marco A. Hierro

José Tomás vuelve. Algunos pensaban que se había ido. Va a ser que no. Y lo celebro. La forma en que vuelve a los ruedos, en solitario ante cuatro toros de distintas ganaderías y en Jaén, ha provocado el habitual rasgado de vestiduras y los pertinentes reproches de los garantes de las sagradas esencias del toreo, a los que se suman quienes le achacan falta de compromiso.

¿Compromiso, dice usted? El compromiso de José Tomás lleva manifestándose desde hace más de un cuarto de siglo: ante el toro. Habrá quien le eche en cara las ganaderías con las que se anuncia habitualmente, exigiéndole apostar por otros hierros, diversos encastes. Otros cuestionarán los formatos de sus acartelamientos en los últimos años, que si mano a mano con rejoneador delante o ahora sólo cuatro toros.

Y también están los que le afeen no torear en estos dos años de pandemia y su consecuente afectación, de todo tipo, en las temporadas. Hacen bien, faltaría más, cada cual en su libertad. Pero si de libertad se trata, diría yo que José Tomás se la ganado con creces.

José Tomás es un torero subversivo, con perdón. Su propuesta ética y estética subvierte los (no) valores de una sociedad anquilosada. Tras su regreso de la muerte en Aguascalientes, hace ya doce años, José Tomás ha seguido dejando en cada tarde, en cada ruedo, ante cada toro, la impronta de su toreo,  con la verdad como bandera, la vida en juego.

Que después de tres años sin torear en público- sí y mucho, cuentan, en el campo- el anuncio de que volverá a hacerlo el 12 de junio ha puesto la temporada patas arriba y más de uno barrunta que a esta le pueden seguir algunas más. Veremos.

Morante tiene firmadas cien tardes, José Tomás una. No hay comparación posible, claro. Pero -pienso- no se trata de comparar. No voy a hacerlo. Entre otras cosas porque si pudiera iría a las cien tardes de Morante como voy a intentar ir a la de José Tomás. Es decir, que no son excluyentes. Todo lo contrario.

Cuando José Tomás haga el paseíllo en el Coso de la Alameda -ese que, de tan grande, nunca se llena, aunque el 12 de junio quizás parezca pequeño- y donde nunca antes ha toreado, la temporada ya habrá visto pasar, entre otras, las ferias de Olivenza, Fallas, La Magdalena, Pascua en Arles, San Isidro y Pentecostés en Nimes. En ellas, lo más granado del escalafón, con el citado genio de La Puebla del Río a la cabeza, y también aquellos que luchan por ver su nombre en carteles con nombres repetidos tarde tras tarde, feria tras feria – ¿nada que objetar?, por cierto- ya habrá tenido ocasión de mostrar sus méritos, o no.

 En ese paseíllo, el torero de Galapagar, sólo, ensimismado, mirará de frente a su destino, dueño de él como es.