EDITORIAL

Enrique Ponce y una justa vuelta en 2022: las diez tardes que merece un figurón del toreo


viernes 29 octubre, 2021

La forma que tuvo el valenciano de decir adiós no se corresponde con el estatus de figura histórica que tiene merecido

Enrique Ponce Goyesco

Foto: Luis Sánchez Olmedo

Iban a dar las ocho de la tarde en aquel templado 28 de junio en Burgos. Enrique Ponce ya había llegado al hotel en el que pasaría la noche previa a torear en el Coliseum, donde tenía previsto hacer el paseíllo junto a Emilio de Justo y Roca Rey. En los corrales ya esperaba la corrida de Torrealta, una más en lo que transcurría como una temporada normal, pese a no ser la mejor en cuanto a sus resultados artísticos. Todo fluía con normalidad para el común de los mortales aquella tarde de feria. Hasta que el de Chiva reventó Twitter y hasta los cimientos del sistema con un mensaje en el que anunciaba su retirada de los ruedos por tiempo indefinido. Y el sistema se quedó mudo durante unos minutos que parecieron eternos.

Habían pasado más de treinta años. Más de treinta temporadas siendo el rey; toreando más que nadie, visitando todas las plazas, superando durante dos décadas el centenar de festejos, indultando más toros que nadie en la historia, asumiendo el peso de las temporadas -incluso la del complicado 2020 y su Reconstrucción- y estando siempre dispuesto para hacer lo que mejor ha sabido hacer siempre: torear. Habían pasado tres décadas y pico de ser maestro de maestros, tratado así por los propios maestros, y siendo en muchos momentos de la historia del toreo algo parecido al Rey Sol: el toreo soy yo. Porque toreaba más que nadie, triunfaba más que nadie, le valían más toros que a nadie y casi no había sufrido percances de gravedad.

Esos vinieron después, porque también Enrique pagó el tributo del que no se libra nadie. Pero volvió siempre. Se levantó siempre. Se puso siempre otra vez a la cabeza. Ideó siempre formas nuevas de vestir el espectáculo para crear productos culturales y artísticos. Tanto le debía el toreo, mientras descansaba en aquella habitación de hotel, que su anuncio sonó como una bofetada, como un salivazo obsceno a la trascendencia de su historia. Y así lo explicamos en un editorial por aquellas fechas.

Un tío que ha rivalizado al máximo nivel con César Rincón, con Joselito, con El Juli, con Morante, con Manzanares -padre e hijo-, con Perera, con Dámaso, con Capea y, por supuesto, con José Tomás no puede dejar el toreo por la puerta de atrás. Enrique Ponce merece algo más que una sorpresa en el final de su carrera. Enrique Ponce, que puede decir con orgullo que el toreo es él por cómo ha transcurrido su trayectoria hasta hoy.

Porque un torero con la importancia general de Enrique Ponce en la tauromaquia merece una temporada de despedida. Aunque sean diez festejos en diez lugares clave para su trayectoria de tres décadas. La importancia que han tenido en su carrera cosos como Madrid, Bilbao, Valencia o Sevilla está fuera de toda duda. Tardes en Zaragoza, en Málaga, en Córdoba. Todas ellas plazas de primera categoría, porque esa es la categoría del personaje en cuestión. ¿No lo ven posible?